jueves, 27 de marzo de 2025

 Dicen que busque ayuda, como si no hubiera pasado una vida entera gritándole al vacío. Como si no hubiera desgarrado mi voz en madrugadas sin nombre, rogando por algo, por alguien, por cualquier cosa que pudiera sostenerme.


He sido mi propio héroe cuando el mundo me dejó atrás. Me levanté con las manos rotas, remendé mis grietas con promesas que nunca se cumplieron, y seguí adelante aunque cada paso pesara como el último.


Pero hay verdades que duelen en su certeza: soy inestable, sí, porque mi alma nunca aprendió a quedarse quieta en un mundo que no la quiere sostener. Porque llevo dentro todas las tormentas que intenté callar, y cada día entiendo un poco más que, cuando me vaya, nada se detendrá.


Seré un susurro en el viento, un eco ahogado en la memoria de nadie. La vida seguirá, como siempre lo ha hecho, y yo me perderé en el tiempo, desvaneciéndome en la indiferencia del mundo.


Tal vez, en una tarde cualquiera, cuando el sol se esconda tras las nubes y el aire huela a lluvia, alguien piense en mí sin saber por qué. Quizás, en una ráfaga fugaz, mi sombra roce un recuerdo olvidado y provoque una sonrisa leve, un instante de calor en un pecho ajeno.


Y si eso ocurre, si por un segundo existo en la memoria de alguien, entonces, tal vez, no habré desaparecido del todo.


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