A menudo me encierro, no es cobardía,
es solo que el alma también se extravía.
Necesito reconstruir mis cimientos,
retomar mi voz, callar mis lamentos.
Me dejé la piel en un sueño profundo,
creí que era cielo y resultó ser un mundo
donde el eco de amores que ya se han ido
susurra promesas que nunca han cumplido.
Y aunque en tus brazos logré sostenerme,
no puedo seguir esperando a perderme.
Ha llegado el tiempo de andar sin ayuda,
de hacer de mi miedo la nueva armadura.
Es dulce y amargo mirarte de lejos,
saber que intentaste salvarme de espejos
que solo reflejan mis horas más frías,
mis dudas, mis grietas, mis melancolías.
Pero debo irme, partir sin testigos,
aprender a ser mi mejor abrigo.
Forjar en el fuego mi pecho de acero,
hallar en mis ruinas un nuevo sendero.
Ahora somos yo, mi perro a mi lado,
y un sueño pequeño que sigue apagado.
Tal vez en la brisa, en un sol diferente,
descubra un motivo para ir de frente.