sábado, 28 de junio de 2025

🫥 dolor invisible.

 Hay un nudo que no se ve,

pero se ensancha dentro,

como si una enredadera de sombras

abrazara mis entrañas con dedos invisibles.


No es dolor, es un peso:

un eco del pasado que araña la espalda

con uñas hechas de recuerdos,

de lo que ya fue…

pero nunca terminó de irse.


El tiempo no avanza en minutos,

avanza en espinas.

Cada segundo es un tambor

que golpea mi pecho sin compasión,

cada tic del reloj

me recuerda que sigo aquí,

esperando todo…

queriendo todo…

ahora.


La ansiedad no grita,

pero silba en los oídos como un viento extraño,

me sacude los pensamientos

y me deja el alma temblando.


Trabajo. Trabajo sin pausa.

Y a veces me siento una marioneta cansada,

cosechando horas con las manos rotas

para llenar platos ajenos.

Todo lo que gano se escapa como el agua,

y yo me quedo con la sed.


Hoy es uno de esos días:

el cuerpo cruje como una casa vieja,

la mente es un campo de batalla,

y mis ojos…

quieren solo un rincón donde cerrarse

en los brazos de mamá.


Pero a mí me toca ser fuerte

en una tierra que aún no me abraza del todo.


Así que me seco las lágrimas,

me pongo la armadura

y salgo a luchar otro día más,

como lo he hecho siempre,

sin hacer ruido.

miércoles, 18 de junio de 2025

🌒 Ciclos que se cierran, caminos que se abren

 A veces, la vida —con su misteriosa sabiduría— nos arranca de los lugares donde ya hemos cumplido un ciclo, o donde el alma simplemente ya no tiene más que ofrecer. Nos empuja, casi sin pedir permiso, hacia nuevos horizontes. Cada lugar, cada persona, llega con una lección. Y somos nosotros quienes decidimos si nos aferramos al dolor o si recogemos el aprendizaje con manos abiertas.


Hay momentos que parecen querer hundirnos, como si el mundo entero se derrumbara sobre el pecho. Pero no son más que cúmulos de emociones sin nombre, pensamientos aún nublados que convierten la mente en un laberinto. Con pausa, con calma, con un poco de visión interior, descubrimos que ese caos solo era un paisaje abstracto aún por interpretar… un nuevo comienzo disfrazado de final.


Los ansiosos sufrimos del hábito de proyectarnos al futuro. No porque seamos adivinos, sino porque el pasado ya nos asustó lo suficiente. Vivimos a la defensiva, como quien espera tormenta incluso en días soleados. Y así, la idea de una estabilidad duradera nos resulta ajena. Porque la paz emocional no siempre habita en la misma casa que la ansiedad.


Pero salir de un lugar no siempre significa huir, ni terminar mal. A veces, es solo la forma que tiene el destino de abrirnos una puerta. Comprenderlo, incluso para el sabio, no es tarea fácil. Porque crecer duele, y caminar cansa. Pero un día mirás atrás, y donde antes solo hacías dos millas, ya recorriste cinco. Y entendés, al fin, que todo fue parte del camino.


lunes, 12 de mayo de 2025

🐘Phajaan.

 ¿Sabes lo que es el Phajaan?

Es romper un espíritu hasta que deje de resistir.

Es tomar a un ser nacido para la libertad

y arrancarle cada vestigio de voluntad

hasta que solo quede un cuerpo obediente,

vacío, rendido, muerto por dentro.


Golpes, hambre, miedo.

No es enseñanza, es tortura.

No es amor, es sometimiento.

El elefante no elige inclinarse,

lo obligan a olvidar que un día

corrió libre entre los árboles.


Así también hay personas que te destruyen.

No con cadenas visibles,

sino con palabras que te encogen,

con silencios que te aíslan,

con reglas disfrazadas de amor.


Te moldean a su antojo,

te borran hasta que ya no sabes

dónde termina su sombra

y dónde comenzabas tú.


No gritas.

No ríes fuerte.

Mides cada paso, cada gesto,

como un animal que teme la próxima orden.


Eres libre, sí…

pero solo dentro de los límites

que te han permitido.


Eso no es amor.

Es control.

Es violencia invisible.

Es la lenta ejecución de tu esencia.


Si te impide ser, no es amor.

Si te hace temer, no es amor.

Si debes encogerte para caber,

entonces ya te han roto,

y ni siquiera te diste cuenta.

lunes, 14 de abril de 2025

El arte de sostenerme

 Hay días en que todo me parece un milagro, y otros en los que el mundo se vuelve un castigo silente. Sin embargo, sigo viviendo, dejando que las horas me atraviesen como viento entre ramas.

El tiempo se me escurre entre los dedos, casi tangible, como hilos dorados que se enredan en mis gestos. Personas desaparecen de mi historia sin previo aviso, como hojas que se sueltan en otoño, y otras nuevas llegan, trayendo consigo promesas, lecciones, o simplemente una presencia.


Me sumerjo en el sabor embriagador del amor, esperando que me redima, aunque sé que la única salvación auténtica reside en mí.

Soy una mujer sin máscaras complicadas, sin cuerdas que me sujeten, sin lógica que me contenga del todo. Pero en mi aparente incoherencia, hay una verdad que nunca tambalea, una lealtad que se entrega entera, y una fuerza invisible que no permite comparaciones.


Sí, hay fragilidad en mí, pero en ella habita una arquitectura secreta que me permite edificar nuevos comienzos y resurgir cada amanecer.

Conozco mi pasado. Me ha tallado con firmeza. El futuro, en cambio, es un abismo sin mapa, y a veces temo que se parezca demasiado al ayer.

El presente, por momentos, se burla con ironía, como un actor que olvida su papel.


Tengo más preguntas que certezas, interrogantes que tal vez nunca se disipen.

Pero hay algo que no cambia: cada día me miro de frente, me sostengo, me empujo, y me animo a seguir.

Incluso sin respuestas, sigo siendo mi propia razón para avanzar.


viernes, 28 de marzo de 2025

Versos sin esfuerzos

 


A menudo me encierro, no es cobardía,

es solo que el alma también se extravía.

Necesito reconstruir mis cimientos,

retomar mi voz, callar mis lamentos.


Me dejé la piel en un sueño profundo,

creí que era cielo y resultó ser un mundo

donde el eco de amores que ya se han ido

susurra promesas que nunca han cumplido.


Y aunque en tus brazos logré sostenerme,

no puedo seguir esperando a perderme.

Ha llegado el tiempo de andar sin ayuda,

de hacer de mi miedo la nueva armadura.


Es dulce y amargo mirarte de lejos,

saber que intentaste salvarme de espejos

que solo reflejan mis horas más frías,

mis dudas, mis grietas, mis melancolías.


Pero debo irme, partir sin testigos,

aprender a ser mi mejor abrigo.

Forjar en el fuego mi pecho de acero,

hallar en mis ruinas un nuevo sendero.


Ahora somos yo, mi perro a mi lado,

y un sueño pequeño que sigue apagado.

Tal vez en la brisa, en un sol diferente,

descubra un motivo para ir de frente.

jueves, 27 de marzo de 2025

Donde el viento me lleve

 Crecí en la cuna del dolor, me mecieron las sombras, pero aun así aprendí a reír. A reír con la furia de quien sabe que la felicidad es un relámpago, un parpadeo en medio de la tormenta. A reír con la desesperación de quien teme que el silencio lo devore.


No llores por mí. Amé con todo el peso de mi alma, y fui amada en destellos fugaces. Conocí la dulzura del amor y su filo cortante, viví momentos que parecían eternos hasta que se deshicieron en mis manos como arena. Probé la amistad sincera, sentí el calor de una familia, aunque nunca supe si realmente pertenecía a algo.


Desde hace tiempo supe mi destino. No porque no luchara, sino porque hay batallas que nacen perdidas. No completé todos mis sueños, pero los sostuve en mis dedos hasta que se hicieron cenizas. Me aferré a los rostros que iluminaron mis días, a las voces que me llamaban a quedarme, pero debo entender que el amor no es una cadena y yo no puedo ser una carga.


He caminado demasiado con los pies heridos, he llevado sobre mi pecho un peso que ya no puedo sostener. Es mi momento de soltar. De abrir las manos y dejar que el viento me lleve lejos, a un lugar donde el dolor no me alcance.


Agradezco todo. Lo bueno, lo malo, lo que me construyó y lo que me rompió. Agradezco haber sentido, haber sido. Y si algo me queda, es la certeza de que fui valiente hasta el final.


 Dicen que busque ayuda, como si no hubiera pasado una vida entera gritándole al vacío. Como si no hubiera desgarrado mi voz en madrugadas sin nombre, rogando por algo, por alguien, por cualquier cosa que pudiera sostenerme.


He sido mi propio héroe cuando el mundo me dejó atrás. Me levanté con las manos rotas, remendé mis grietas con promesas que nunca se cumplieron, y seguí adelante aunque cada paso pesara como el último.


Pero hay verdades que duelen en su certeza: soy inestable, sí, porque mi alma nunca aprendió a quedarse quieta en un mundo que no la quiere sostener. Porque llevo dentro todas las tormentas que intenté callar, y cada día entiendo un poco más que, cuando me vaya, nada se detendrá.


Seré un susurro en el viento, un eco ahogado en la memoria de nadie. La vida seguirá, como siempre lo ha hecho, y yo me perderé en el tiempo, desvaneciéndome en la indiferencia del mundo.


Tal vez, en una tarde cualquiera, cuando el sol se esconda tras las nubes y el aire huela a lluvia, alguien piense en mí sin saber por qué. Quizás, en una ráfaga fugaz, mi sombra roce un recuerdo olvidado y provoque una sonrisa leve, un instante de calor en un pecho ajeno.


Y si eso ocurre, si por un segundo existo en la memoria de alguien, entonces, tal vez, no habré desaparecido del todo.


sábado, 22 de marzo de 2025

Sin título

 Nadie es un paisaje sin sombras ni un río de aguas siempre tranquilas. Somos tempestades y amaneceres, cicatrices y destellos, historia escrita con heridas y caricias.


Algunos llevan el peso del silencio en sus hombros, otros visten de orgullo como armadura. Hay quienes se reflejan en charcos de inseguridad y quienes se elevan sobre cimas de soberbia. Todos, sin excepción, llevamos grietas en el alma, secretos que duermen en la penumbra, palabras que nunca se atrevieron a ser pronunciadas.


Pero ni una sombra nos convierte en villanos, ni un destello nos hace santos. No somos absolutos, sino matices. Y quizás ahí radique el milagro: en aceptar la lluvia y el sol dentro de nosotros, en comprender que somos bosque y desierto, calma y tempestad.


Solo quien abraza sus contrastes halla la paz en su propia existencia. Porque no se trata de ser perfectos, sino de aprender a ser.

jueves, 20 de marzo de 2025

Despojos

¿Pierde su valor lo que termina en la calle?

Miras a tu alrededor y ahí están: relojes que alguna vez marcaron las horas más felices de alguien, ahora oxidados en un puesto ambulante; pinturas que alguna vez hicieron llorar a su dueño, hoy sin un nombre que las firme; zapatos de diseñador que recorrieron alfombras rojas y hoy pisan el lodo de una acera cualquiera. Todo lo que un día fue indispensable, ahora es solo estorbo. Se vende por monedas. Se olvida.


Así pasa también con las promesas, con los amores que juraron ser eternos y terminaron rematados en alguna esquina del olvido. Todo lo que alguna vez fue tesoro, tarde o temprano se vuelve carga. Nos aferramos a nombres que un día nos estremecieron la piel, hasta que los pronunciamos tanto que pierden su magia. Guardamos cartas, recuerdos, palabras susurradas con urgencia… hasta que un día ya no significan nada.


Yo lo sé. Yo también fui algo desechado. Caminé calles donde las miradas me atravesaban como si no existiera, donde las voces hablaban sobre mí, pero nunca para mí. Aprendí que el olvido no es un acto repentino, sino un desgaste lento, como el oro que pierde su brillo, como la tinta que se borra de una carta de amor vieja.


Tal vez por eso amo lo que otros llaman despojos. Porque sé lo que es ser un recuerdo incómodo, un peso muerto en la conciencia de alguien. Sé lo que es ser querido un día y basura al siguiente. Sé lo que es gritar en silencio y escuchar solo el eco del propio abandono.