lunes, 14 de abril de 2025

El arte de sostenerme

 Hay días en que todo me parece un milagro, y otros en los que el mundo se vuelve un castigo silente. Sin embargo, sigo viviendo, dejando que las horas me atraviesen como viento entre ramas.

El tiempo se me escurre entre los dedos, casi tangible, como hilos dorados que se enredan en mis gestos. Personas desaparecen de mi historia sin previo aviso, como hojas que se sueltan en otoño, y otras nuevas llegan, trayendo consigo promesas, lecciones, o simplemente una presencia.


Me sumerjo en el sabor embriagador del amor, esperando que me redima, aunque sé que la única salvación auténtica reside en mí.

Soy una mujer sin máscaras complicadas, sin cuerdas que me sujeten, sin lógica que me contenga del todo. Pero en mi aparente incoherencia, hay una verdad que nunca tambalea, una lealtad que se entrega entera, y una fuerza invisible que no permite comparaciones.


Sí, hay fragilidad en mí, pero en ella habita una arquitectura secreta que me permite edificar nuevos comienzos y resurgir cada amanecer.

Conozco mi pasado. Me ha tallado con firmeza. El futuro, en cambio, es un abismo sin mapa, y a veces temo que se parezca demasiado al ayer.

El presente, por momentos, se burla con ironía, como un actor que olvida su papel.


Tengo más preguntas que certezas, interrogantes que tal vez nunca se disipen.

Pero hay algo que no cambia: cada día me miro de frente, me sostengo, me empujo, y me animo a seguir.

Incluso sin respuestas, sigo siendo mi propia razón para avanzar.